Después del miedo llega el bajón de adrenalina. Esa sensación de desprendimiento que te abandona poco a poco, como si la sangre volviera a su cauce y el aire a llenar tus pulmones. Suspiras, no tanto por alivio, sino por cansancio.

El cuerpo, agotado, regresa a su ritmo natural, pero la calma que llega no es pacífica. Es una calma por agotamiento, una tregua involuntaria. Y me pregunto —¿estos subidones y bajadas de energía dejarán huellas en nosotros? No sólo en el cuerpo, también en la psiquis.
Porque el miedo no se va cuando termina, sólo se acomoda en otro lugar.
¿Cómo se escucha el miedo?
Después de una escena intensa, el silencio que viene después puede sentirse de muchas formas. A veces escuchas tu propio corazón con una claridad incómoda, como si el flujo de sangre tuviera sonido. Otras veces llega un pitido, leve pero constante, como si el cuerpo se descompensara.
También ocurre lo contrario: los sentidos se agudizan. Tu oído se vuelve más atento, el cuerpo entra en modo alerta. Escuchas a los animales afuera, las pisadas lejanas de alguien caminando, el rumor de un vehículo en la distancia. El silencio se vuelve presencia. Un vacío que grita.
No se trata de ausencia de sonido, sino de un ruido distinto: el eco del miedo que se queda en ti.
Cuando volver a la calma no es perder el miedo
Los sustos leves dejan alivio. Pero el miedo profundo genera un vacío tan grande que sientes que tú misma te abandonas. Una parte de ti se queda suspendida, como si se hubiese escapado del cuerpo.
Después del miedo, intentamos racionalizar. Buscamos explicaciones, tratamos de entender para volver a la calma. Pero ese salvavidas sirve sólo un rato.
De tanto racionalizar, descubres que el miedo de la pantalla o de las páginas es plausible. Y ahí comienza otra historia. Porque cuando aceptas que el miedo podría existir fuera de la ficción, algo cambia.El mismo pensamiento que te ayudó a tranquilizarte abre una nueva puerta: esa voz que susurra “¿y qué tal si…?”
Ahí es cuando el silencio asusta más que el miedo mismo. Porque el silencio ya no es pausa, es espera. Y lo que esperamos, no lo sabemos.
Quizás el miedo nunca se va del todo. Se transforma, se disfraza de calma o de raciocinio, y se queda ahí, observando desde el fondo. Lo sentimos en los latidos, en los pensamientos que vuelven de noche, en los pequeños ecos que resuenan después de la tormenta.
El silencio después del miedo no es olvido. Es una forma de escuchar lo que queda cuando todo el ruido se apaga.
🕯️ Este texto forma parte del especial de Halloween 2025 en Mosaico.
